Durante el 2020, el sector de la construcción en España fue responsable del 40% de las emisiones de CO2 y del 30% del consumo energético, según el informe elaborado por la Agencia de la Unión Europea para la edificación sostenible.
Unas cifras elevadas y que suponen un importante impacto ambiental. Más aún, si tenemos en cuenta que todavía no se han construido más de la mitad de los edificios que existirán en 2050.
Además, el mantenimiento y el uso de las viviendas y edificios generan un gasto energético constante y aumentan las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Este impacto medioambiental que genera, tanto la construcción de edificios, el uso, como la reforma ha promovido la creación de acreditaciones que certifiquen la calidad de la edificación y su eficiencia energética.
Una forma de conocer y demostrar su consumo energético y las emisiones de CO2 que producen, y de promover un mejor uso de la energía, ayudando a mejorar la sostenibilidad.
¿Qué son las certificaciones o sellos verdes para edificios?
Las certificaciones de sostenibilidad o sellos verdes para edificios son un conjunto de estándares y protocolos que se utilizan para analizar el impacto medioambiental de la construcción y operación de un edificio, junto a otros aspectos económicos, de salud y bienestar.
Por lo tanto, para estas certificaciones se van a evaluar el consumo de energía, el uso de agua, la gestión de residuos, la calidad del aire interior, la selección de materiales o el impacto ambiental del edificio durante su ciclo de vida.
Las auditorías de las certificaciones o sellos verdes son llevadas a cabo por organizaciones independientes, que son las que conceden o no el sello, permitiendo así, demostrar el compromiso de un edificio con el medio ambiente y la sostenibilidad.
Algunos ejemplos de certificaciones o sellos verdes para edificios más usados en la actualidad son:
- LEED (Leadership in Energy and Environmental Design): este es un sistema de clasificación internacionalmente reconocido que evalúa el desempeño ambiental de los edificios en áreas como energía, agua, materiales y recursos. Desarrollado por el US Green Building Council de Estados Unidos, este certificado es el más utilizado en el mundo. Entre los aspectos que se evalúan están la ubicación del inmueble, el manejo del agua y la recolección pluvial, el consumo de energía o el uso de energías renovables.
- BREEAM (Building Research Establishment Environmental Assessment Method): se trata del primer certificado de construcción sostenible que surgió, desarrollado por la BRE (Building Research Establishment, organización sin ánimo de lucro) durante la década de los 90 en el Reino Unido. Evalúa impactos en 10 categorías (gestión, salud y bienestar, energía, transporte, agua, materiales, residuos, uso ecológico del suelo, contaminación, innovación), comprende las distintas fases de diseño, construcción y uso de los edificios, y dispone de esquemas de evaluación y certificación en función de la tipología y uso del edificio.
- DGNB System: desarrollado por DGNB (German Sustainable Building Council) es un sistema para evaluar y certificar la sostenibilidad de edificios y distritos. Esta certificación internacional se basa en normas y estándares europeos, y puede ser aplicable en todo el mundo, adaptándolo a las condiciones específicas de cada país. Su objetivo es ayudar a las organizaciones a mejorar aspectos tangibles de la sostenibilidad de los edificios, prestando especial atención al medioambiente, las personas y la viabilidad económica.
- Passivhaus: se trata de un estándar internacional para edificios altamente eficientes en energía. Los edificios que cumplen con este estándar requieren muy poca energía para calefacción y enfriamiento. Creado en Alemania en 1988, se basa en una serie de reglas de construcción que consiguen que el edificio tenga un consumo energético casi nulo y unas altas prestaciones de confort interior.
Además de estas certificaciones sostenibles o sellos verdes, la Unión Europea ha establecido su propio sistema de clasificación de la eficiencia energética de los edificios.
Este sistema, obligatorio en numerosos países de la UE, permite disponer de información relativa al consumo de energía y las emisiones de dióxido de carbono (CO2) del edificio en condiciones normales de ocupación y uso.
La certificación energética en la Unión Europea
En la Unión Europea, la Directiva 2010/31/UE relativa a la eficiencia energética de los edificios, establece que todos los edificios nuevos y existentes deben tener un certificado energético al momento de la construcción, venta o alquiler.
Esta certificación energética debe llevarla a cabo un técnico cualificado e incluir un informe detallado sobre el consumo de energía del edificio.
De este modo, los edificios reciben una calificación por el consumo de energía que se refleja en una etiqueta energética: desde la letra A (la más eficiente) hasta la letra G (la menos eficiente). Esta clasificación se basa en factores como el aislamiento térmico, la eficiencia de los sistemas de iluminación y calefacción, y la eficiencia de los sistemas de producción de energía.
Además, el certificado debe incluir también medidas propuestas para la mejora de la eficiencia energética del edificio, como bien pueden ser la sustitución de los sistemas de iluminación por sistemas de iluminación LED, más eficientes energéticamente, de mayor duración y que requieren menor mantenimiento.
Un cambio de este tipo, permitiría a los edificios obtener una mejor calificación energética, al tener en cuenta el uso de tecnologías más eficientes y con menor impacto ambiental, además de permitir el control de la iluminación y ahorro energético.
Algunos países de la UE han desarrollado sus propios sistemas de certificación energética, que cumplen con los requisitos de la Directiva de la UE, pero que también incluyen criterios adicionales. En el caso de España, el sistema de certificación energética ha sido desarrollado por CENER (Centro Nacional de Energías Renovables).
Regulación de los certificados energéticos en España
En España, la regulación de los certificados energéticos, actualmente, se rige por el Real Decreto 390/2021, de 1 de junio, por el que se aprueba el procedimiento básico para la certificación de la eficiencia energética de los edificios.
Según este Real Decreto, la certificación energética debe ser emitida por un técnico cualificado y debe incluir un informe detallado sobre el consumo de energía del edificio y las medidas recomendadas para mejorar la eficiencia energética.
Además, se establece la obligatoriedad de esta certificación para:
- Edificios de nueva construcción.
- Edificios, totales o parciales, existentes de nueva venta o alquiler.
- Edificios, totales o parciales, ocupados por una Administración Pública de superficie mayor a 250 m2.
- Edificios, totales o parciales, en los que se realice un proyecto de instalaciones térmicas.
- Edificios, totales o parciales, con una superficie útil total superior a 500 m2 destinados a los siguientes usos: administrativo, sanitario, comercial, docente, cultural, deportivo, residencial público, recreativa, restauración y hoteles, transporte de personas y lugares de culto.
- Edificios que tengan que realizar la ITE o equivalente.
- Viviendas unifamiliares, bastando con la evaluación de otro edificio representativo.
La certificación da derecho a la utilización de su etiqueta durante diez años, excepto si la calificación es de nivel “G” (más bajo), en cuyo caso la validez es de cinco años.
Además, el Real Decreto 235/2013 establece la obligación de que los edificios públicos tengan una calificación energética mínima de “C”, y que los edificios nuevos cumplan con unos requisitos mínimos de eficiencia energética para poder ser construidos.
Los certificados de eficiencia energética tienen como objetivo principal promover un mejor uso de la energía en los edificios y son una prueba de su compromiso con la sostenibilidad. Algo que también se puede potenciar con la aplicación en el día a día de una serie de recomendaciones que contribuyen a reducir el coste energético.
Según datos de IDAE, solo el 0,27 % de los edificios en España cuentan con una calificación A (la más alta). Más de la mitad (el 52,02 %) muestran calificación E y el 18% están en la categoría G.
Esta tendencia ha mejorado debido a los edificios de nueva construcción, donde las categorías A y B suman casi el 45 % del total. No obstante, hay que seguir avanzando, promoviendo construcciones cada vez más eficientes, mejorando las ya existentes y gestionando de forma adecuada su uso.
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